Es extraño como las palabras duelen más que los golpes.... no, realmente no lo es.
Un golpe te dolerá muchísimo en el momento y es probable que siga doliendo durante días, semanas, meses... hay golpes que se convierten en condiciones que te provocan problemas o dolores el resto de tu vida, otros tantos, sólo te causan un feo cardenal que se va curando mientras cambia de color.
Pero no importa cuánto dure tu dolor, o si se convierte en algo habitual, al menos va disminuyendo con el tiempo, incluso si algo llegase a quedar, ya no es tan malo como antes y aprendes a evitar esos dolores.
Sé que después de mi cirugía, si doblo demasiado los dedos de los pies, me duelen, así que mi cuerpo se acostumbró a nuevos reflejos y camino de forma que no me afecte, y jamás uso tacones y todo se vuelve fácil porque a menos que decida probarlo, el dolor no vuelve a mí.
Pero las palabras detonan.
Detonan errores del pasado, esos de los que no te puedes deshacer, esas piedras con las que tropiezas una y otra vez, incluso cuando pensaste que ya habías aprendido la lección... y no duele en un solo lugar, no es como golpearte en el estómago y esperar a que el aire vuelva poco a poco... no.
Es como si ese golpe se quedara y se extendiera por todo tu cuerpo y se negara a irse, aferrándose a cada nervio sensible de tí, expandiéndose, contrayéndose y volviendo en los momentos más inesperados para destrozarte una y otra vez, de nuevo, sin descanso, hasta destruirte y dejarte en cenizas.
Pero es mi culpa, por aferrarme a algo que sé que jamás podré tener... es mi culpa porque no tengo lugar en ninguna parte, porque aún sabiendo que no pertenezco, me sigo quedando, aferrándome aunque sea a ese sentimiento de saberme una herramienta necesitada.
"Sé que te trato como una esclava"... no suena más a "sólo eres una esclava"?
Lo siento mucho, no lo vuelvo a hacer....
Me pregunto si esta vez podré cumplir mi promesa.