domingo, 9 de diciembre de 2012

Sobre redacciones

En clase de Ortografía y Redacción me han encargado una autobiografía a mano de dos hojas: la hice en computadora primero para no equivocarme tanto, cuando la terminé, se la leí a mi madre y se ha reído tanto que me ha dado por publicarla... Eso es todo. Nací en Puerto Peñasco, Sonora, alrededor de la 1am del primer día de mayo, en el año de 1988. Soy la primera hija del matrimonio de mis padres, además, soy la única mujer, hecho que, según mi hermano, explica que sea la más caprichosa y excéntrica de los tres. Cuando tenía dos años, mis padres, mi hermano y yo, nos mudamos a Mexicali debido al trabajo de mi papá: viví ahí hasta hace un año, cuando me mudé debido a mi propio empleo. Realmente no recuerdo demasiado sobre mi infancia, supongo que no hubo nada digno de ser memorable, aunque tengo pequeños lapsos de memoria que vienen a mí de vez en cuando, cosas que probablemente nadie más recordaría, pero al fin y al cabo, dicen los grandes poetas y filósofos que son las cosas sin importancia las que vienen a nosotros con insistencia, las que se quedan con nosotros sin pedirnos opinión. Lo que recuerdo más es el preámbulo de los viajes en auto: mi padre es ese tipo de personas aventureras a las que les encanta tomar el auto, cargarlo hasta que ya no le cabe ni una aguja más y arrastrar a su familia entera a una travesía muy bien planeada, que regularmente termina en grandes catástrofes al extraviarnos, lastimarnos o enfermarnos. Sin embargo, si he de ser honesta, esas eran mis partes favoritas. Los viajes empezaban con un “¡Vamos a conquistar el mundo!” que mi papá gritaba con mucha efusión, mientras mi mamá cruzaba los dedos susurrando un “¡Ojalá el mundo no nos conquiste a nosotros! Otra vez…”. Recuerdo que mis hermanos y yo solíamos vernos y reírnos por lo bajo. De mi adolescencia tampoco recuerdo mucho, excepto el hecho de que siempre estaba ocupada, en un montón de actividades, desde equipos deportivos, cursos y talleres de todo tipo, puesto que mi madre solía tener la creencia de que entre más estudiaras, mejor persona serías. Creo, más bien, que simplemente no le gustaba tenernos en casa, hasta que se dio cuenta de que crecíamos y nos alejábamos por deseo propio, entonces comenzó a exigirnos que pasáramos más tiempo en el hogar. Por otra parte, cabe mencionar que mi vida durante la preparatoria fue un drama telenovelesco que me gustaría olvidar, pero no puedo, así que me resigno a recordarlo y revivirlo cada vez que llegan las fechas del año en que tenemos reuniones “por los viejos tiempos” y los añejos problemas vuelven a florecer cual margaritas que brotan de la nieve, invencibles e indomables. Siendo sincera, no hay muchas cosas que recuerde de mi pasado, pero, a diferencia de lo que muchos pensarían, creo que es una ventaja, puesto que tampoco tengo recuerdos de situaciones que me causen remordimiento, así que agradezco a mi memoria selectiva –benefactora con los recuerdos alegres-, por darme la oportunidad de dar vuelta a las páginas del libro de mi vida sin arrepentirme de lo que dejo atrás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario