Siempre he creído que hay dos tipos de muerte.
La muerte blanca, que te acoge como una madre, es la muerte madura y consciente, la que es aceptada y bienvenida.
La muerte negra es la violenta, contra la que se lucha y se reniega. Es a la que se le ruega y llora, es la intransigente y precoz.
Pero no importa qué muerte nos reclame, la verdad es que al final, no puedo evitar verlas a ambas tomándonos de la mano, llevándonos y acogiéndonos, dándonos, como nuestra nueva madre, una nueva vida.
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