Título del libro: The book of the lost thingsPrimer año de publicación: 2006
Autor: John Connolly
País de Procedencia: Inglaterra
Idioma original: Inglés
Editorial: Oniro
País de impresión: España
Año de publicación: 2008
ISBN: 9788497543149
Número de páginas: 544
El Autor:
“John Connolly nació en Dublín en 1968. Considerado como uno de los escritores de suspense más importantes de la actualidad, todas sus novelas se han convertido en best sellers según la lista de ventas del Sunday Times”. http://mx.casadellibro.com/libro-el-libro-de-las-cosas-perdidas/9788497543149/1184538
Reseña:
David, a sus doce años, pierde a su madre. A raíz de ese trauma, su vida comienza a cambiar radicalmente: su padre se casa con la enfermera de su madre; se mudan a la casa vieja y semi-destruida de Rose, su nueva madrastra; sufre de convulsiones; comienza a escuchar cómo los libros le hablan (o se hablan entre sí); tiene un nuevo hermanito y… lo empieza a visitar el hombre torcido.
Después de una serie de desavenencias, David termina entrando en un mundo nuevo y diferente, en el que habitan todas las historias clásicas de su niñez, pero se han vuelto retorcidas (como una Blancanieves gorda y egoísta que esclaviza a unos enanos comunistas), y algunas de ellas son capaces de habitar las peores pesadillas. Así pues, con la ayuda de los personajes de sus historias favoritas, David recorre este nuevo mundo, comprendiendo la naturaleza humana (y no tan humana) que lo rodea, perdiendo y ganando amigos que lo guían hasta el rey, el poseedor de toda sabiduría y dueño de “El libro de las cosas perdidas”, que contiene el secreto para regresar al mundo del que David viene.
Leyendo de nuevo lo que acabo de escribir está medio raro jajaja (ToT), no sé cómo contar lo principal sin spoilear demasiado, pero para eso es la práctica (jeje).
En fin… este libro lo leí ya hace bastante tiempo y como me ha gustado mucho, quería hacerle una reseña, aunque fuera una medio mal hecha, pero aquí está:
El libro rescata versiones alteradas de algunas obras clásicas, sobre todo de los hermanos Grimm, y los convierte en una combinación de traumas de la segunda guerra mundial con problemas familiares, estigmas sociales y pesadillas infantiles.
La redacción es sencilla y fluida, lo que hace un libro muy ameno y fácil de leer. Creo que es una historia preciosa que te deja pensando mucho acerca de las reacciones que has tenido o tendrás al enfrentarte a los problemas de tu vida… y sobre todo, es un libro escrito por un amante de las historias, para los amantes de las historias.
Opinión personal:
Tengo una sola opinión. Me ha encantado… en realidad no recuerdo nada malo del libro… pero ya hace casi un año que lo leí, así que puede que la nostalgia me gane, pero, ¡meh!
Recuerdo que lo que más me gustó fue el hecho de que el protagonista tenía estas pasiones y sentimientos “oscuros”, todo lo que te hace humano: era rencoroso, estaba celoso y era fácil de tentar, así que me pareció mucho más real que los personajes Mary-sue y Gary-stu que están tan de moda últimamente.
Creo firmemente que eso es lo que hace a un buen personaje: sentimientos, emociones y actitudes grises, con razones reales y conductas que a veces obedecen a una moral propia y no a lo que la sociedad dicta que es correcto, limpio, ejemplar o bello. Las historias con ese tipo de personajes son las que más me gustan y esta historia los tiene, así que la amé.
Calificación: 9
Frases:
(…) la madre de David solía decirle que las historias estaban vivas, aunque no de la misma forma que las personas, ni siquiera como los perros o los gatos. Las personas estaban vivas independientemente de que les hicieras caso o no, mientras que los perros preferían llamarte la atención si decidían que no les prestabas la suficiente. Por otro lado, a los gatos se les daba muy bien fingir que las personas no existían cuando eso les convenía, pero aquello era otro tema muy distinto.
Sin embargo, las historias eran diferentes: cobraban vida al contarlas. Sin una voz humana que las leyera en voz alta o un par de ojos bien abiertos que las siguieran a la luz de una linterna bajo la manta, no tenían una existencia real en nuestro mundo. (…). Yacían dormidas, a la espera de una oportunidad para despertarse. Cuando una persona empezaba a leerlas, podían empezar a cambiar, podían echar raíces en la imaginación y transformar al lector. La madre de David le susurraba al oído que las historias querían que alguien las leyese, que lo necesitaban, porque era lo que las hacía salir de su mundo para entrar en el nuestro: querían que les diésemos vida.
Sobre las historias, 6
Al mirarla mientras leía, David sabía si la historia que contaba el libro estaba viviendo dentro de su madre, y recordaba de nuevo todo lo que ella le había contado sobre las historias y los cuentos, sobre el poder que tenían sobre nosotros, y que nosotros, de igual modo, teníamos sobre ellos.
David sobre su madre, 6
Él se quedaba apabullado en una esquina del salón hasta altas horas de la noche, mientras los adultos intercambiaban historias sobre una madre que él no había conocido, una criatura extraña con una historia completamente separada de la suya.
Sobre David y el funeral de su madre, 7
Los [libros] había cambiado por los periódicos, con aquellas largas columnas de letras impresas, cuidadosamente colocadas a mano para crear algo que perdería su relevancia casi en cuanto apareciese en los quioscos, puesto que las noticias que contenían ya estaban viejas y moribundas cuando se leían, rápidamente sobrepasadas por los acontecimientos del mundo.
Sobre el padre de David, 8
Las historias de los periódicos eran como peces recién pescados, merecedores de atención siempre que permaneciesen frescos, lo que no ocurría durante mucho tiempo. (…) eran tan insustanciales como el humo, tan longevas como las libélulas; no echaban raíces, sino que eran como las semillas que se arrastran por el suelo, robando la luz del sol a los cuentos más dignos.
8-9
Las historias de los periódicos eran tan insustanciales como el humo, tan longevas como las libélulas; no echaban raíces, sino que eran como las semillas que se arrastran por el suelo, robando la luz del sol a los cuentos más dignos.
Sobre las lecturas del padre de David, 9
Estas historias eran muy antiguas, tanto como los seres humanos, y habían sobrevivido gracias a su enorme poder. Se trataba de cuentos cuyos ecos permanecían en la cabeza mucho después de que los libros que los contenían fuesen desechados. Eran tanto una forma de escapar de la realidad como una realidad alternativa en sí mismos; eran tan viejos y extraños que habían encontrado un tipo de existencia independiente de las páginas que ocupaban. El mundo de los cuentos antiguos existía de forma paralela al nuestro, como la madre de David le había explicado una vez, pero, a veces, el muro que separaba ambos mundos se volvía tan delgado y quebradizo que los dos empezaban a mezclarse.
Sobre las historias, 9
Aquel nuevo mundo era demasiado doloroso para poder soportarlo. Se había esforzado mucho, había seguido sus rutinas, había contado con cuidado, había seguido las reglas…, pero la vida le había engañado. Aquel mundo no era como el de sus historias. En el de las historias, el bien era recompensado y el mal recibía su castigo. Si te mantenías en el buen camino y te alejabas del bosque, estabas a salvo. Si alguien enfermaba, como el viejo rey de uno de los cuentos, sus hijos partían en busca del remedio, el agua de la vida, y si uno de ellos era lo bastante valiente y lo bastante honesto, podía salvar la vida del rey. David había sido valiente, y su madre más aún. Al final, la valentía no había sido suficiente, ya que el mundo en que vivía no la recompensaba. Cuanto más pensaba el niño en ello, menos quería formar parte de un mundo semejante.
David, 11
–Todos tenemos nuestras rutinas -dijo en voz baja-, pero deben tener un propósito y ofrecer un resultado visible que pueda reconfortarnos; si no, no sirven para nada. Sin eso, son como las interminables vueltas de un animal en su jaula: si no son una locura, al menos significan su preludio. (…) Las normas y las rutinas son buenas, pero deben ofrecerte satisfacción. ¿De verdad puedes decir que las tuyas te la ofrecen?
Leñador, 44
Puede que su aspecto y su sabor sean dulces, pero oculta su propio veneno.
Leñador, 48
De todas las historias se podía aprender algo.
70
El hombre torcido sobre la bestia, 77
Esta vida está llena de amenazas y peligros, David. Tendremos que enfrentarnos a algunos, y habrá ocasiones en las que tengamos que actuar por el bien común, aun a riesgo de nuestras vidas, pero no podemos dejarnos matar inútilmente. Cada uno de nosotros tiene una sola vida que vivir y una sola vida que ofrecer. Malgastarla cuando no hay esperanza no es una hazaña gloriosa.
Roland, 79
Creo en aquellos a los que amo y en los que confío. Todo lo demás son tonterías. Este dios está tan vacío como su iglesia. Sus seguidores le atribuyen toda su buena fortuna, pero, cuando hace caso omiso de sus ruegos o permite que sufran, dicen que es imposible comprender los designios divinos y se abandonan a su santa voluntad. ¿Qué clase de dios es ése?
Roland sobre la religión, 80
Amaba los libros, porque en los libros se encontraba la sabiduría de todos los que habían vivido antes que él.
Historia de Roland, 89
Pero temía más la muerte de otros. No quería perderlos y me preocupaba por ellos mientras estaban vivos. Creo que a veces me preocupaba tanto la posibilidad de perderlos que nunca disfruté realmente de su compañía. Era parte de mi naturaleza, incluso con Raphael, pero él era la sangre de mis venas, el sudor de mi frente. Sin él, soy menos de lo que antes era.
Roland, 94
Ni siquiera había tenido que pensarlo, le había salido de forma natural, y era esa capacidad para causar daño lo que lo asustaba más que nada en el mundo.
David, 118
De niño sólo veías las cosas en blanco y negro, bueno o malo, lo que te daba placer y lo que te producía dolor. Ahora lo ves en distintos tonos de gris. Ni siquiera puedes cuidar de tu reino, porque no estás dispuesto a decidir lo que está bien y lo que está mal, ni siquiera deseas reconocer que puedes distinguir lo uno de lo otro.
El hombre torcido al rey, 124
La niña empezó a llorar, pero no derramaba lágrimas, porque los muertos ya no pueden llorar ni sangrar.
Sobre Anna, 127
Su territorio era la tierra de la imaginación, el mundo donde empiezan las historias, y las historias siempre están buscando la forma de ser contadas, de cobrar vida a través de libros y lecturas.
Sobre el hombre torcido y las historias, 127
(…) los seres humanos no estamos preparados para saber el momento ni la naturaleza de nuestra muerte, puesto que todos albergamos en secreto la esperanza de ser inmortales.
Sobre los que vieron el momento de su muerte, 131
El Hombre Torcido creía que el mal que había en el interior de los hombres estaba allí desde su concepción y que sólo era cuestión de descubrir su naturaleza dentro de un niño.
El hombre torcido, 135
La guerra sólo le da a la gente una excusa para dejarse llevar, para poder asesinar impunemente. Ha habido otras guerras antes, y habrá guerras después, y, entre una y otra, las personas lucharán entre ellas, se harán daño, se mutilarán y engañarán, porque es lo que siempre han hecho.
El hombre torcido, 141
Lo hiciste porque querías; el mal estaba dentro de ti, y lo dejaste salir. Los hombres siempre lo hacen.
El hombre torcido al rey, 142
En la oscuridad, David cerró los ojos, y todo lo que se perdió se encontró de nuevo.
David, 149
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