Massu es un fenómeno. En serio… es extraño hasta la médula de sus huesos… él, su ropa, sus comentarios, sus gustos, sus actitudes.
Siempre está sonriendo… siempre… ¡eso es indignante! Me
refiero a que sí… tiene sonrisa de sol, de esas que te hacen sonreír en cuanto
las ves, pero nadie puede sonreír tanto y tan campechanamente… cuando lo vi
llorar en el último concierto pensé “¿Lo habrán emborrachado? ¿Estará actuando?”.
Me sorprendí mucho.
Me recuerda a “La valse des vieux os” o al “Otro vals de
Amelie” de Yann Tiersen; parece delicado y dulce, como un niño pequeño, pero en
el momento en que menos te lo esperas, te demuestra ser todo menos un bebé, la
verdad es que no lo entiendo, pero en toda su aura, refleja esa comodidad
inaudita de quien nunca cambia de ánimo y que va dejándose llevar por la
corriente con la tranquilidad de quien no podrá ser derribado jamás, sin
ninguna exaltación y ya.
Ni siquiera lo puedo describir: Massu es lo más
incomprensible que he presenciado, eso me hace feliz y por eso lo amo más.
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